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PRÓLOGO

El Forjador de Almas es un proyecto que me acompaña desde hace años. Comenzó como una idea para un relato corto que fue creciendo y creciendo hasta convertirse en lo que es actualmente, el primero de varios libros que espero algún día vean la luz. Muchas son las horas invertidas en su escritura, sin la esperanza de llegar a algo más que el simple reto personal de plasmar por escrito las historias que se agolpan en mi cabeza. Animado por familiares y amigos al principio, y por los ánimos de lectores anónimos después, me he decidido a compartir, con todo aquel que se quiera animar, las aventuras de estos personajes a los que tanto cariño les tengo. Si te estás preguntando de qué va todo esto, te diré que se trata de una historia de fantasía épica, con personajes alejados de los tópicos del género, con motivaciones y defectos humanos. Siempre me gustaron los libros amenos, de esos en los que te dejas llevar por la historia, deseando leer qué pasará a continuación. Mi estilo, por tanto, es sencillo y directo (al menos eso pretendo), presentando hechos y personajes de un modo en que el lector no se pierda en un amasijo de nombres y lugares nuevos.

No deseo contarte más de momento. Quiero, si te apetece, que me acompañes en la historia que quiero compartir contigo…


PRÓLOGO


Grindon colocó cuidadosamente el travesaño en el intrincado andamiaje. Bajo sus pies, una caída de un centenar de metros lo aguardaba, esperando que cometiese un desliz. La inmensa estructura crujía peligrosamente con cada movimiento. Las traviesas, entrelazadas con fibras vegetales, clavos e incluso telas, se tambaleaban en su tramo final, protestando ante el peso de sus ocupantes. Cualquier material era válido con tal de ascender y ganarle metros a la montaña… cualquier cosa para alcanzar la veta de dorados reflejos que prometía sacarlos a todos de la miseria.
El viento pareció burlarse de sus temores, soplando con fuerza y haciendo oscilar el armazón. Las uniones crujieron, haciendo que él y sus compañeros se aferrasen con temor al travesaño más cercano. No podían permitir que aquella descabellada empresa se cobrase más vidas.
El vendaval, efímero, pasó al fin y los obreros volvieron con prudencia a sus puestos.
Tras unos titubeos, Grindon estimó que el tablón estaba firmemente sujeto. La cúspide de la estructura había alcanzado finalmente la altura necesaria. Tras meses de duro trabajo, la caravana de colonos tenía a su alcance el preciado mineral.
Con deliberada parsimonia, se volvió y miró hacia abajo, a la multitud reunida. Pese a haber acordado previamente con ellos la conveniencia de su acción, los miró una vez más, buscando la aprobación en sus miradas. No estaba equivocado. Pese a la altura, sus ojos distinguieron con claridad la impaciencia que los invadía.
Asintiendo respetuosamente se giró, solicitando el objeto con el que culminarían sus planes. Si felizmente o no, aún estaba por ver.
Un trabajador situado a su izquierda tiró con fuerza de una cuerda conectada a una polea, izando una delgada escalera. El encargado de la construcción, un herrero fornido de encallecidas manos, se la tendió con solemnidad.
—Tuyo es el honor —dijo—. Que el descubridor de la veta sea el primero en alcanzar el mineral.
Grindon asintió, mirando con complicidad a sus compañeros más cercanos. Ellos, al igual que él, habían arriesgado la vida día tras día irguiendo aquel gigante que desafiaba a la inmensa pared vertical de roca. Los trabajadores encaramados a la estructura asintieron conformes, dándole su beneplácito.
Grindon procedió a subirse al tablón que acababa de asegurar y, una vez allí, tomó la escalera y la colocó cuidadosamente sobre él. Introdujo el extremo por dos orificios practicados en la base para tal fin, con precaución. Un mal gesto podría hacerlo caer.
Respirando hondo, comenzó a subir con movimientos pausados. Cuando ya no pudo subir más, observó frente a sí el extremo inferior de la veta, tal y como habían calculado. Tomó de su cinturón una pequeña piqueta y golpeó con paciencia el mineral. Tras unos cuantos golpes, un pequeño fragmento se desgajó. Grindon, de espaldas a la multitud que aguardaba su veredicto, examinó detenidamente la muestra.
Aquel era el momento por el que había vivido los últimos seis meses, el momento que le daría sentido a su vida o transformaría en efímeras todas sus esperanzas.
Finalmente, descendió sin mediar palabra, alimentando aún más el nerviosismo general. Sólo cuando sus pies estuvieron firmemente asentados, se giró y los miró. Su semblante traslucía múltiples emociones…
…Y ninguna era buena.
—Sólo es pirita —exclamó con voz trémula—. Todo ha sido en vano —añadió, arrojando el fragmento a la congregación.
En aquel momento, todos los presentes vieron cómo sus esperanzas se desvanecían ante sus ojos.

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2 Opiniones:

Anónimo dijo...

Yo no sé cómo va esto, pero ¿Has registrado tu obra en algún sitio? A ver si algún listillo va y te plagia, y un día te encuentras tu novela publicada con el nombre de otro.

Fernando G. Caba dijo...

Por supuesto que está registrada. De otro modo, no la hubiese colgado públicamente en internet.Y si algún listillo se quiere animar a publicarla, que se prepare a ser ignorado por las editoriales. Según me han confesado un par de editores, o tienes alguien que te apadrine, o la llevas clara.